miércoles, junio 02, 2004

¿Asociarse, para qué?


"La unión en el rebaño obliga al león a acostarse con hambre".
Proverbio africano.


J. JAVIER BELMONTE
Existen dos actitudes en el gran teatro de la vida. Permanecer como espectador acomodado del patio de butacas, observando con prismáticos desde el palco o en el gallinero, según estrato social. O bien bajar al escenario e intentar, como uno más de los actores, formar parte de la obra, aunque sea con papel secundario. En mi caso, si bien de joven se me pudo ver en un barrio de Valencia tocando la guitarra y cantando canciones protesta de Bob Dylan o Joan Baez, hasta elegir hace unos diez años L’Eliana como lugar de residencia, era un mero espectador impasible.


Algo tiene L’Eliana, ya sea por ser un municipio joven, ya sea por residir en una de las poblaciones de la Comunidad Valenciana con un mayor porcentaje de parejas jóvenes, convivimos con el dinamismo necesario para que puedan proliferar todo tipo de asociaciones, para todas las edades y para todos los gustos o necesidades. Ante este panorama es relativamente sencillo, para todos aquellos con inquietudes dormidas, despertar y encontrar el camino para dirigir sus energías en pro de una actividad que buscando un bien común, solo nos aporta la satisfacción personal de alcanzar algunos de los objetivos previstos. Ya sea desde una falla, una asociación deportiva, cultural, de madres o padres de alumnos, de vecinos o desde organismos más institucionales como consejos escolares, de participación ciudadana o foros de desarrollo sostenible, por poner solo algunos ejemplos, se puede participar en la vida asociativa de L’Eliana.


A mis hijos, como parte de mi obligación educadora como padre, he intentado trasladarles mi experiencia acumulada en el asociacionismo de L’Eliana, con un simple mensaje: «podéis esperar pasivamente mientras el entorno os moldea a su antojo o intentar influir de manera activa en mejorarlo». A pesar de las voces de algunos amigos, que no entienden el que se pueda «perder tiempo y energía, sin ninguna compensación económica», mi mayor satisfacción personal me la han proporcionado mis propios hijos. Cuando el menor, con 10 años, me sorprendió al decirme que se había apuntado a las elecciones al consejo escolar del Virgen del Carmen en su época de primaria y el mayor a la delegación de alumnos de la Facultad.

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